“ENTRENAMIENTO A PRUEBA DE INCRÉDULOS”

AL PRINCIPIO NADIE SABÍA NI LO QUE QUERÍA DECIR.Cuando hace doce años empecé a hablar respecto de este nuevo método, todos me preguntaban: “¿pero qué quiere decir?”. Expliqué hasta el cansancio que se basaba en antiguos conceptos relacionados con la dualidad mente-cuerpo, y que veía que allí estaba el futuro de la actividad física. Pero, ¿cómo mente-cuerpo?, me preguntaban, incrédulos.

Entonces les explicaba que Hipócrates, el primer médico que tuvo la humanidad, decía, unos tres mil años antes de Cristo, que no se podía pensar en la mente y el cuerpo como dos conceptos separados, sino que formaban parte de un todo, que se llamaba: ser humano. No había caso, creían que estaba loca.

Luego vino la época de Xuxa, tiempos en que los gimnasios se llenaron de mujeres saltando en el Step, o tomando clases de aeróbica con música estridente. Todo brillaba y hacia mucho ruido, todo era “bum-bum”, y cuanto más mecánico fuera el ejercicio, y menos tiempo tuviera la persona para pensar acerca del movimiento, mejor parecía. La consigna era: “¡rápido, rápido, fuerte, fuerte!”.
Debo admitir que a mí “lo fuerte” me gusta mucho y que, justamente, una de las cosas que caracteriza a mi método Pilates es que fue pensado, desde un principio, como concentrado y fuerte. De ese método tradicional, creado y mejorado por muchos padres a lo largo de la historia, que había comenzado con Hipócrates y continuado por otros maestros de renombre, como Joseph Pilates, el mío era, realmente, muy diferente: más dinámico, fuerte y aeróbico. Igual, nadie me comprendía y yo me sentía cada vez más frustrada, además de cansada de tener que explicar todo el tiempo de qué se trataba este método que traía al país, y que se llamaba “Támara Di Tella Pilates”, en honor al más reciente de sus precursores. No había caso, no era su tiempo, yo debía seguir esperando unos años hasta que el público en general lo conociera, y ¡lo aceptara!.

Mi marido un día me dijo: “No te preocupes Támara, porque todo llega a la Argentina, tarde y a las patadas, pero llega”. Como fuere, yo empecé a crecer de a poquito, primero fue un trabajo de hormiga, de convencer a mis clientas, una por una, para que entendieran que valía la pena probarlo. Más tarde recibí el llamado de una reconocida revista femenina, querían hacerme una nota por “eso nuevo” que yo estaba promocionando. Ése fue el principio de un crecimiento que no paró más hasta el día de hoy. Ya nadie se reía de mí porque esta revista decía que la idea era buena. Me sentí reivindicada.

(Al principio nadie me comprendía y yo me sentía cada vez más frustrada, además de cansada detener que explicar todo el tiempo qué era este método que traía al país, y que se llamaba
“Támara Di Tella Pilates”.)

Pero el tiempo pasó y con él vinieron nuevas necesidades, demandas, desafíos. El más importante, o sea, el que era muy difícil de eludir fue la cuestión aeróbica. Por más que buscaba y buscaba, yo no le encontraba ese componente. “¿Pero no decías que era excelente?”, me preguntaban mis amigas y clientas.
“Claro que lo es, es buenísimo”, me defendía yo de los ataques de esas mismas personas que al principio dudaban, pero que ahora se declaraban sus más férreas seguidoras. Estaban dispuestas a morir por el sistema y no había nada ni nadie que las pudiera disuadir de que no que era lo mejor del mundo. Pero yo sabía que, a pesar de todas sus virtudes (que son muchas), la parte aeróbica no estaba, o es muy débilmente, como para poder argumentar que es una actividad física completa. Porque, convengamos en que una actividad física, cualquiera que fuere, necesita tres patas para ser completa: la fuerza, la elongación y, finalmente, el elemento cardiovascular.

Así que, inquieta, como soy, me aboqué a buscar el elemento aeróbico para agregarle. Y mientras tanto sigo preguntando: Mi “Támara Di Tella Pilates”…¿es aeróbico o no es aeróbico?
¿Ustedes, que piensan?.