ATREVERSE A VOLAR

SE QUE SOY UN REFERENTE COMO MUJER Y COMO EMPRESARIA. Por eso muchos me preguntan cómo deben hacer para posicionarse en el mercado, para lograr ser pioneros, como yo lo hice con Pilates y Tango Pilates.

Y siempre contesto lo mismo: hay que saber hacia dónde va el mercado, salir antes. Estar informado y arriesgarse es la clave del éxito. No existe otra manera.

Hay una ley de marketing que dice que el que pisa primero, pisa dos veces. En la práctica es lo que vale. Ser pionero en cualquier rubro represen­ta un valor agregado indiscutido. Como bien decía la dueña de una franquicia mía: «Nunca pasarás a nadie, mientras le sigas los pasos». Porque para un precursor, hay que tener un poco de visión, esa mirada aguda que es capaz de detectar lo que otros no ven y ni siquiera perciben. Ese espacio en blanco pleno de potencial que para la gran mayoría pasa totalmente inadvertido. Pero, además, hay que ser osado. Yo soy osada. Diría mucho más que eso, soy una impertinente nata. No todos se animan a asumir riesgos. Pero sólo quienes su­peran los temores iniciales, tienen posibilidad de conseguir sus objetivos.
Nadie pone en duda que el trabajo, el tiempo, el dinero y el esfuerzo son factores clave a la hora de abrir el campo de juego. Es mucho, pero no es todo el capital necesario para ponerse en mar­cha. También hay componentes menos tangibles que no son menores. Para convertirse en un em­prendedor hace falta desprenderse del miedo que implica exponer la propia imagen, el nombre de uno, su credibilidad y muchas veces también las relaciones personales. Tener la capacidad para relativizar todos esos símbolos de estatus, que no son más que reaseguros sociales, es fundamental para ponerse en movimiento. El tan remanido saber popular que dice: «el que no arriesga no gana», condensa mucha sabiduría en materia de negocios.

Recomiendo a quien quiera emprender algo, que se atreva a soltar las trenzas, abrir las alas y vuele. Hay que ir en contra de la corriente, con algo novedoso y diferente. Al principio obtendrá rechazo, porque es lo que acostumbra hacer la gente frente a algo nuevo. La historia está plagada de grandes personajes que padecieron la crítica y hasta la impiadosa burla de sus contemporáneos. Pero el tiempo los redimió. Por eso no hay que asustarse. Mucho menos tener miedo. Incluso a mí me rechazaron muchísimo.
La primera vez fue con el spa, que resultó ser mi gran acierto. Ésa fue mi gran pegada. La gente se reía de mí. No sabía qué quería decir spa.

(“Hay que ser osado. Yo soy osada. Diría más, soy una impertinente nata. No todos se animan a asumir riesgos. Pero sólo quienes superan los temores iniciales pueden conseguir sus objetivos”)

era un término totalmente desconocido para la mayor parte de los argentinos. Un negocio que para muchos representaría un fracaso absoluto. De hecho, hasta el día de hoy, no entienden bien de qué se trata. Yo cambié el concepto totalmente. Siempre cambio porque en ese movi­miento que hago consigo la singularidad de mi propuesta que es lo que me conduce al éxito. Me preguntaban cómo hablaba de un spa sin lagos ni montañas, ¿cómo instalaría un spa en pleno Barrio Norte?
Por eso hablo de impertinencia, eso es lo que dice Torcuato, mi marido. Insisto en que hay que ser impertinente, que no tiene que importar lo que digan de lo que emprendes. A mí no me importa nada, lo hago igual.

La humanidad no hubiera avanzado sin gente que arriesga. Siempre tiene que haber algún loco, que se atreva a salir de la cueva.