EL AMOR DESPUES DE LOS ’40

Han amado. Han tenido una pareja. Sufrieron reveses. Se han quedado solas. Y cuando ya no esperan nada más, el amor se cruza en el camino. Y vuelven a renacer. Torpes, desacostumbradas, ilusionadas y muy prudentes.

Una segunda oportunidad para vivir otra vez el amor y ser felices. Tamara Di Tella, experta en belleza, opina sobre el tema.

Pasa el tiempo, y la falta de ilusiones amorosas deja huellas en el cuerpo, y excusas en el alma. Pero el amor es capaz de reanimar cada una de las células adormecidas de agilizar el pulso y volver más lindas a las mujeres. Enamorarse después de los 40 es casi una conversión, un acto de fe.

«Hacía tanto que no sentía la mano de un hombre rodeando mi cintura, que nadie me mandaba flores… -los ojos de Alicia, 43 años, profesora de literatura, brillan de una manera especial-. Es como un milagro, no creía que me iba a volver a pasar». Pero le pasó. Alicia está enamorada y se percibe. En la manera de mirar por la ventana y dejar un pensamiento en suspenso, en su forma distraída de rozarse los labios, en un estilo peculiar de caminar. Sus alumnos se dan cuenta, imposible no notar sus cambios. Antes, cuando irrumpía en el aula con un seco «buenos días», parecía más un capitán de infantería que una docente. Ahora ya no marcha, se desplaza. Ya no alza la voz cuando, en medio de una charla sobre Góngora, algún chico la interrumpe. No grita porque no se irrita. No tiene necesidad.

Hace un año conoció a un hombre -fue un encuentro casual, justo a ella le vino a pasar que tenía todo planificado-, y su vida dio un vuelco. Fue un giro que todavía la marea. Se volvió insensata, no grita pero llora como una niña si él no viene, si se atrasa. Lo extraña, no puede vivir sin él. «No hay edad para entraren trance, la piel se eriza igual a los 40 que a los 15 si alguien nos conmueve -dice Raquel Satragno-, Una puede temblar de amor a cualquier edad, reproducir esa sensación de quinceañera de sentirse perdida por alguien. ¿Te acordás? Una ni miraba la película cuando iba al cine con el chico de sus sueños, comía chocolate y ansiaba que él se atreviera a algo. Y si se animaba, uhh, era un incendio. Los otros días le decía a mi abogado, el que me hace el divorcio, mira qué paradoja: No podría vivir sin enamorarme otra vez».

PERDER UN POCO LA RAZON
Enamorarse a los cuarenta y pico es como balancearse en un trapecio a 12 metros del suelo y sin red. Porque una sabe que ya no es una niña y tiene muchas más cosas que perder. El amor produce vértigo en el momento del salto (el instante crucial del trapecista), pero pasado ese instante, si alguien nos recibe en el aire, nos sujeta fuerte y no nos deja caer, habría que concluir que bien valió la pena el riesgo.

«A mí me gustaría tanto revivir esas emociones fuertes con un hombre… -admite Ana María Picchio, 50-. La primera vez que me enamoré fue a los 8 años de un pibito divino, después ocurrió a los 18 -cuando estudiaba en el Conservatorio-y un poco más crecidita me volvió loca mi marido Joaquín, mi ex. Ahora estoy un poco triste porque no me pasa nada. Mis amigas me consuelan: Es que los hombres están un poco tontos y ciegos. Yo no sé, peiv extraño…»

El amor desestabilíza, quizás por eso, para muchas mujeres, vivir una gran pasión es un deseo que atrae y repele como el abismo. La mujer de 40 y pico acostumbrada a estar sola -la soltera, la viuda, la separada, o la que hace tiempo no es tratada como se merece; cualquiera que dice haber perdido la ilusión- tiene temor de extraviarse si recupera la esperanza de encontrar su gran amor.

«Y mira, es difícil que a esta edad te vendan tranvías -dice Gloria López Lecube, 47, dueña de F.M La Isla-.. Una ya compró, se enamoró de la seducción de la palabra, de la inteligencia, de una buena cara, unos ojos intensos que te atravesaban… Ahora yo no espero enamorarme cada vez que voy a una fiesta. Antes sí. Ya estuve enamorada, pasé por ese estado, y es muy lindo, me gustaría reincidir…» Ella estuvo casada con Chacho Alvarez durante muchos años. «Lo conocí en la Facultad de Filosofía y Letras, estaba hablando en un acto; me deslumhró. Ahora no busco deslumhrarme, quisiera encontrar un hombre fuerte, que sepa lo que quiere, alguien que me entienda de verdad. Pero no es fácil, es casi imposible.» Muchas mujeres se escudan tras el argumento, «hoy los hombres no saben lo que quieren», pero un buen día si se les cruza en su camino alien que les cambia el metabolismo, la energía erior, hay quien no resiste. ¿Pero cuál es la reacción más común ante un asedio inesperado? Jorge Franco, psicólogo, afirma que las muje-res fluctúan entre dos sentimientos contradictorios. «Mejor le digo a este muchacho que no llame más -les dice una voz interior-. Es una locura, ¿cómo le voy a hacer caso? Otra vocecita tímida contesta: pero si no es ahora, ¿cuándo, cuándo?»
La mujer de cuarenta y tantos teme hacer el ridí-culo. Para muchas no entraba en sus cálculos encontrarse de repente con un señor que la mire a los ojos, capaz de perseguirla, de dejarle mensajes en el contestador… Un señor que se toma el trabajo de averiguar sus claves secretas para conquistarla.
que quiere, alguien que me entienda de verdad. Pero no es fácil, es casi imposible.» \ Muchas mujeres se escudan tras el argumento, «hoy los hombres no saben lo que quieren», pero un buen día si se les cruza en su camino alien que les cambia el metabolismo, la energía erior, hay quien no resiste. ¿Pero cuál es la reacción más común ante un asedio inesperado? Jorge Franco, psicólogo, afirma que las mujeres fluctúan entre dos sentimientos contradictorios. «Mejor le digo a este muchacho que no llame más -les dice una voz interior-. Es una locura, ¿cómo le voy a hacer caso? Otra vocecita tímida contesta: pero si no es ahora, ¿cuándo, cuándo?»

La mujer de cuarenta y tantos teme hacer el ridículo. Para muchas no entraba en sus cálculos encontrarse de repente con un señor que la mire a los ojos, capaz de perseguirla, de dejarle mensajes en el contestador… Un señor que se toma el trabajo de averiguar sus claves secretas para conquistarla.

NO HAY VACUNAS CONTRA EL AZAR
»No entiendo, a veces me da miedo, hace seis meses era un extraño y ahora me tiene en vilo… -admite.Graciela, psicóloga, 44 años-. Lo resistí todo lo que pude, mi matrimonio estaba en crisis hace rato, pero su presencia lo hizo evidente. Un día me hizo llegar por correo El amante, la novela de Marguerite Duras. Había subrayado este párrafo: «Todo el mundo dice que de jovencita era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero ahora más hermosa que nunca». Estaba por comer cuando recibí el paquetito. Me derretí de amor en la cocina. Me entregué de cuerpo y alma. Ya hace 2 años que vivimos juntos, y todavía no lo puedo creer. Yo me llevé a Parker, mi gato, él a su perra Fifita. Al principio hubo dificultades con los animales. Con nosotros también. Pero es una maravilla sentirse viva otra vez. De nuevo muy querida. Yo le llevo 5 años. Aveces lo miro, tan atractivo y pienso: ¿qué me vio? Su respuesta siempre es una sonrisa, y un largo y cadencioso masaje en el cuello, en mi espina dorsal, mis puntos débiles. Paso de la euforia a la melancolía, estoy tan enamorada que tengo miedo de que esto sea pasajero. Ya soy grande, y fíjate que volví a escuchar a Serrat, como cuando era chica: «¡Ay amor!, sin ti no entiendo el despertar, sin ti mi cama es ancha», canturrea.

«Las mujeres se ponen preciosas cuando se enamoran. Se les nota enseguida en la cara, en su piel, les brillan los ojos. La mujer de los cuarenta y tantos que se apasiona está dispuesta a ir hasta el fin del mundo con ese señor que la hizo sentir plena, joven otra vez. El secreto de la belleza que produce el amor está en las endorfinas, una sustancia casi mágica que segregamos cuando nos invade la felicidad. Hacer el amor nos relaja, la placidez borra las arrugas del entrecejo, todas las líneas que indican preocupación. Además, el amor nos deja un buen recuerdo. Acordarse de situaciones placenteras, aumenta la circulación de endorfinas por la sangre, y es como recibir un tónico de bienestar. Una puede cerrar los ojos y activar ese instante que tuvo. Entonces, se pone en movimiento la bioquímica cerebral. Cualquier mujer enamorada está más linda que antes, camina distinto, se mueve con un garbo especial.»

Támara Di Tella, experta en estética femenina.

UNA PASION DESBOCADA
Quedaría un reducido 20 por ciento dispuesto a romper los esquemas, por supuesto sin dar demasiados pasos en falso, con prevenciones, sin la ingenuidad de una jovencita virgen.

«Por Dios, ¿quién no quiere encontrar un tipo que te desestructure? -confiesa Raquel Sa-tragno-. Nómbrame una mujer, una sola mujer, que no quisiera encontrar alguien.»

Para la mujer que pasó la barrera de los cuarenta, el deseo de enamorarse otra vez sería tan fuerte -por más que se reprima- que cuando ocurre suele tener una potencia difícil de controlar.

«Es cierto, la sexualidad de la mujer de más de 40 está en su mejor momento -sostiene el sexólogo Luis Aller Atucha-. La cuarentona suma varias virtudes: tiene experiencia, sabiduría y un cuerpo que responde a los buenos estímulos. Sabe dar y recibir caricias. Una señora madura puede convertirse en un tornado si siente que le late de nuevo el corazón.»

Roxana (47) había trabajado casi 3 años como anestesista y nunca se había fijado seriamente en el jefe de guardia del hospital. Un día, no sabe bien qué pasó; quizás fue compartir tantas horas juntos, de las 12 a las 6 de la mañana, a lo mejor fue que «me agarró mal parada», pero desde ese largo momento él se convirtió en su obsesión. Volvía del hospital y se pasaba horas dando vueltas en la cama antes de dormirse recordando algún diálogo casual que habían tenido: no podía sacarse de la cabeza ese escalofrío que le había causado cuando el la tomó del brazo para cruzar la calle, ¿había sido a propósito, fue un principio de seducción o lo hizo sin darse cuenta? Un día el hombre empezó a mandarle algunas señales más claras y ella no lo podía creer: «Es una idea mía, ¿por qué se va afijar en mí, justo en mí, habiendo tantas practicantes más jóvenes y lindas…?» Cuando la obsesión se convirtió en una posibilidad cierta, Roxana se sintió en el aire, como si su cuerpo fuera inmune a la gravedad. La primera cita fue en su casa y ella lo esperó con una cena especial. Ni comieron. Ni hubo tiempo para que terminara el compac que ella había elegido especialmente. «Ynos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres y desnudos al anochecer nos encontró la luna», decía Joaquín Sabina en el living, y ellos en el dormitorio desplegaban un amor que superaba a la canción. Fue algo torpe, como todos los comienzos, pero ella sabía que iban a llegar momentos mejores. Hacía tanto que nadie la acariciaba a Roxana, que esa primera vez hasta se olvidó de su celulitis, aunque por las dudas, pidió que se apagara la luz.

«Uno se da cuenta enseguida cuando a una mujer que superó la cuarta década le movieron el piso -asegura el licenciado en psicología Jorge Franco-, Se ve en la cara, en los gestos… Una mujer de esa edad enamorada perdió la prepotencia, duda, y está mucho más atractiva. Pero no abundan las que se animan a pasar por el trance del amor. Apenas un 20 por ciento. ¿Sabes qué pasa? Hoy el mercado de oferta amorosa está saturado de chicas divinas, de Valerias Mazza. La mujer de 40 enamorada tiene terror de que se le aparezca una de estas chiquilinas y le arrebate al hombre de sus sueños. No te creas, quedan pocos señores interesados en señoras mayores con algo en la cabeza, los más buscan un buen par de piernas».

Puestas así las cosas, en términos de competencia, las opiniones se diversifican. «A las chicas de veinticinco el amor les pasa un poco de largo -dice Támara Di Tella, socióloga, experta en estética femenina-. ¿Sabes qué pasa? No se dan cuenta, son conscientes de que tienen tiempo, que se van a enamorar tantas veces… Una les pregunta, ¿Tenes novio? ‘See’, te contestan y siguen mascando un chicle. La mujer de cuarenta enamorada, vive ese amor como si fuera el último: y es así, quizás la experiencia no se vuelva a repetir. No todo está perdido, hay tipos que buscan calidad no sólo un buen par de lolas».

Sin embargo, no habría muchos señores dispuestos a convivir con tanta intensidad. «Es difícil en estos tiempos de liviandad -admite el sexólogo Atucha-, la mayoría de los hombres son más proclives a tener una relación fácil, sin demasiadas complicaciones ulteriores».
Pero cuando existe un amor apasionado, los problemas se disimulan. Susana, tiene 43 años, un hijo adolescente y un señor que hace un año se instaló en su vida. «Antes ponía distancia y trataba de entender. ¿Qué le pasó a este tipo, por qué un hombre como él, pintón, con una vida resuelta, se metió conmigo? Yo seré una señora atractiva, pero ¿no sería más fácil comprometerse con una chica soltera, sin unjovencito rebelde que boicotea cualquier relación de su mamá?»

Susana hasta el momento no develó la incógnita, sólo sabe que el corazón le palpita cuando él la abraza, y entonces todo es perfecto, ella se hunde en su pecho en un eterno presente. Y reza: «Que nunca termine este amor».

Cristina Noble