LA VITAMINA QUE VENCE AL RELOJ

Esta es la historia de una vitamina de la que poco se habla y que, sin embargo, tiene uno de los poderes que los humanos siempre han buscado: el de retrasar el envejecimiento. Sin magias, con la sencilla lógica de lo natural, el perfecto complemento a Pilates.

Este elemento demuestra significativos efectos, está al alcance de todos y, de paso, ha desatado un sordo enfrentamiento entre un Premio Nobel -el doctor Linus Pauling, descubridor de ella y de la vitamina C- y otros sectores científicos.

Erase una vez la epopeya de una vitamina capaz de convertirse en la tan anhelada fuente de la eterna juventud para los humanos, o casi.

Para toparse con sus virtudes hay que buscarla principalmente en el germen de trigo, en la nuez y en el aceite de oliva. Se trata de la vitamina E.

En 1922 hizo su primera aparición en escena, cuando el matrimonio Bishop -Herbert y Catherine- descubrió el papel esencial que cumplía en la nutrición de los mamíferos. De ahí en más, su ascenso ha sido vertiginosamente triunfal, hasta convertirse en la actualidad en un sinónimo de milagrosa fuente de rejuvenecimiento.

Pasó cierto tiempo hasta que otros dos investigadores, Evans y Emerson, lograron extraerla en forma de sustancia del aceite de germen de trigo.

Fue en 1938 y la denominaron vitamina E o Tocoferol -a partir de un término griego que significa fecundidad- por sus propiedades de antienvejecimiento y fecundidad. En ese mismo año se logra en el laboratorio la síntesis de la sustancia y la posibilidad de convertirla en cápsula vitamínica.

Hubo que esperar hasta 1968 para que el Food and Nutrition Board
-organismo gubernamental norteamericano para el área de salud pública- la declarara básica para la alimentación humana.

La vitamina E cuenta con un ferviente defensor en la figura de un hombre polémico y brillante, el doctor Linus Pauling. Químico galardonado con el Nobel que, como un Quijote moderno, se lanza contra los molinos de viento de las estructuras tradicionales para declarar sin eufemismos que esta vitamina es “el antioxidante liposoluble más eficaz descubierto hasta ekpresente”, lo que equivale a poner el dedo en la llaga más acuciante de este fin de siglo: la posibilidad para cualquier vulgar mortal de prolongar hasta el máximo la lozanía de sus años juveniles.

La fórmula de semejante tentación está encerrada, no en la pócima mágica de algún alquimista medieval sino en una simple e inofensiva cápsula que puede ingerirse diariamente sin contraindicaciones.
El doctor Pauling, descubridor en los años 60 de las bondades de la vitamina C no duda en soltar otra afirmación que le mueve la estantería a gran parte de la estructura cientifico-medica: “Combinada con la alimentacion sana, la vitamina E puede retrasar el ‘ proceso de envejecimiento unos ” veinticinco años”.

QUERIDA VITAMINA

¿Qué es lo que hace que la vitamina E se convierta en la heroína de esta historia? Pues el hecho de que ella sola es capaz de vérselas cara a cara con los temibles radicales libres, unas moléculas más bien malditas, principales causantes del proceso de envejecimiento. En esa batalla, desigual sin embargo, la vitamina E, como en los mejores filmes de Hollywood, siempre se impone con su noble causa, derrotando a los malvados.

Su función rejuvenecedora se cumple en la sangre y sobre todo en la membrana celular, impidiendo su oxidación y obstaculizando la formación de productos tóxicos -efecto de la misma oxidación-nefastos para el organismo.

En términos del doctor Páuling, la vitamina E, “antioxidante y liposoluble, protege los tejidos contra el daño causado por la oxidación, hace más lento el deterioro del cuerpo por el paso de los años, es muy valiosa para controlar las enfermedades asociadas con la edad y -después de más de dos décadas dedicadas al tema- puedo decir que, en proporciones indicadas, incrementa la longevidad y el bienestar en unos veinticinco años”.

ESAS ARRUGUITAS

Envejecer es un proceso que comienza en el mismo instante del nacimiento. En el organismo existen moléculas de diversa clase, constituidas por pares de electrones. Algunas de estas moléculas, presentes en el oxígeno, traen un electrón desapareado, que se encarga de robarle electrones al resto. A esas moléculas se les da el nombre de radicales libres. Las consecuencias de su reacción son un deterioro celular progresivo, visible, entre otras cosas, en las delatoras arrugas.

En ese momento es cuando la vitamina E entra en acción; como explica el profesor Alberto Boveris, decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, “la vitamina E le quita el poder agresivo a los radicales libres porque se transforma ella misma en un radical libre, pero como no es agresiva, no produce daño. El complemento de /a_ vitamina C u otro oxidante es \deaV para permitir que la vitamina E vuelva a regenerarse y actuar”.

Por su parte, el profesor Juan Carlos Hoschoian, titular del Departamento de Bioquímica Clínica de la Facultad de Farmacia de la UBA, señala que “la acción dañina de los radicales libres puede revertirse si cesa el estímulo oxidativo o si viene un refuerzo de antioxidantes, o sea de ‘atrapadores’ de radicales libres como la vitamina E”.

Hay otro protagonista en esta historia que pasa por bueno pero no lo es tanto; el cuestionado en este caso es el oxígeno. Se sabe que es un elemento fundamental para la existencia y supervivencia, pero resulta también uno de los principales involucrados en el proceso de envejecimiento. “Si supera las proporciones adecuadas, puede convertirse en un gas de alta toxicidad al generar radicales libres, responsables del envejecimiento”, explica el profesor Hoschoian.

La cuestión de la toxicidad del oxígeno es un descubrimiento relativamente reciente, que generó no pocos choques en su momento. En ese descubrimiento existe un dato curioso, la presencia de una mujer argentina.

Como una espada que pende sobre la cabeza de cada individuo, cada vez más cerca de caer, el efecto de los radicales libres es acumulativo, apoyado en la mayor debilidad del sistema inmunológico, por el paso de los años. “Desde principios de siglo se ha considerado al envejecimiento como un proceso de uso y desgaste. Es un fenómeno continuo, es decir, que envejecemos segundo a segundo porque los radicales libres se producen continuamente y la acción tóxica de estos es acumulativa y no se detiene por sí sola”, señala el profesor B o veris.

Resulta entonces tanto más heroica la acción de la milagrosa vitamina E, en una lucha sin tregua contra un enemigo que jamás descansa.

Según la definición que da el doctor Pauling, el envejecimiento es el proceso por el cual las funciones bioquímicas y fisiológicas se van deteriorando hasta llegar a la ancianidad y muerte. Este proceso comienza con la vida pero se acentúa hacia los treinta y cinco años y continúa a un ritmo creciente.

Si bien este camino es imposible de detener o de revertir, resulta factible aminorarlo con la valiosa ayuda de la • vitamina E, a esta altura una verdadera heroína que permite estirar la idea de la muerte, apenas, unos pasos más. Lo cual ya es bastante.

JOAN BAEZ, BOB DYLAN Y LINUS PAULING

Tamara Di Tella
(Doctora en Ciencias Políticas, dirige un instituto de salud y estética).

La primera vez que vi a Linus Pauling fue a fines de la década del 60, frente a una gran audiencia estudiantil que venía a escucharlo, no por sus conocimientos como físico, químico y cristalógrafo, sino como hombre político. De pie frente al podio, este hom: bre, dos veces Premio Nobel por su contribución a la mecánica cuántica, hablaba de la paz.

Su discurso era humilde, sensato y desapasionado. El mensaje era claro: “No más pruebas atómicas en la atmósfera. No más guerras. Tratemos de aunar esfuerzos y trabajemos para la paz”. Su postura humanitaria lo convirtió en una de las figuras más populares entre los estudiantes de las universidades prestigiosas que lo escuchábamos embelesados. En los muros de Harvard y Oxford, los graffitti decían: Joan Baez, Bob Dylan y Linus Pauling. Pero así como su pacifismo le ganó miles de adeptos en los cam-pus universitarios, también lo convirtió en una figura muy controvertida y no querida dentro del “establishment” político. El Departamento de Estado norteamericano le quitaría el pasaporte, le impugnaría la ciudadanía y lo ubicaría en los primeros puestos de las listas negras de los soft on communism.

La siguiente vez que lo vi fue cuando llegué a Stanford, en 1975, para hacer mi doctorado. Otra vez Linus Pauling era el centro de una polémica, esta vez con la comunidad médica tradicional. Se encontraba envuelto en una batalla campal con lo que él llamaba “\av\eja escueta de gerontes de la medicina”. Pauling, había “puesto de moda” la vi-tamina C y recorría el mundo entero hablando de los méritos de las vitaminas C y E como antioxidantes naturales de gran valoren el incremento de la longevidad. Sus consejos sobre cómo comer sano, su fe en las vitaminas en general, le ganaron las quejas de médicos que argumentaban: “No es médico, por lo tanto no puede opinar como tal”. Con mucha humildad y humor, Pauling admitió que, efectivamente, empezó como químico, “pero en el camino me desvié”. No es la primera vez que el “desvío” de un genio en su laboratorio cambia el curso de la humanidad…