¿SE ACUERDA DE LOS LOCOS DEL ‘DI TELLA’?
Fueron la gran movida de los ’60 Un verdadero huracan, que renovo, de un modo perdurable, el modo de cantar, de pintar, de participar, de ver arte, de actuar y aun de pensar. GENTE logro reunirlos para hablar de los viejos y los nuevos tiempos.
La psicodelia llegaba a las calles con las burbujas de los colores pop. El Bajo y la Plaza San Martín se convertían en obligada zona de fiesta. Una joven rubia, de cabellos lacios, inventaba la audacia de los happenings, fiestas breves y «peligrosas». Bullían los ’60 y la banda que armaban los que formaron el Instituto Di Telia no daba tregua a la vida, a la investigación y al arte. Probablemente Buenos Aires no haya conocido, desde la producción creativa y desde la investigación, tiempos más dorados que ésos. Poco hip-pies, superpsicodélicos, bastante snobs, siempre exclusivos, todas las veces originales, no fueron punks porque el punk no existía; sí fueron, sin duda, la vanguardia de los ’60. Happenings, fiestas marchosas, exposiciones multitudinarias y de ruptura con las artes tradicionales, look pop, las primeras minífaldas y las primeras plataformas, espíritu frivolo porque «la frivolidad calma los nervios», puestas teatrales con mucha experimentación, música innovadora, esculturas e instalaciones sorprendentes fueron parte de su herencia. El fenómeno pudo ocurrir gracias a la generosidad y filantropía de, por ese entonces, los jóvenes hermanos Di Telia, herederos del dueño de la empresa Siam Di Telia. Así es, Guido y Torcuato (uno hoy es el canciller de la República; el otro es un prestigioso sociólogo) crearon el Instituto Di Telia, apostando buena parte de su herencia, un ámbito donde los más lúcidos artistas e investigadores porteños pudieran darles rienda suelta a su imaginación y a sus sueños. El edificio del Instituto hizo temblar la ciudad durante años en Florida 936 -hoy funciona allí un negocio de venta de ropa de cuero- y fue la casa de todos los artistas. La fiesta se terminó, dicen, porque se acabó la plata. Acusados de marxistas por la derecha y de frivolos, reaccionarios y snobs por la izquierda, a lo único que se mantuvieron fieles fue a su libertad individual como artistas. Aunque andaban en banda, el arte estaba primero.
GENTE convocó a los pioneros. El encuentro fue en el estudio de Marta Minu-jín, entre champagne y recuerdos. Con ellos recorrimos el espíritu del Di Tella y, después de la charla y de la foto tipo escolar, volvimos a la calle Florida, donde empezó todo. En la combi siguió la charla y pudimos seguir espiando su espíritu libre, creativo, de puro jolgorio, aguzado cinismo y envidiable lucidez. Como en los ’60, pero con las cicatrices de la vida encima.
Asistieron a la convocatoria, además de la Minujín, Guido y Torcuato Di Tella, Nacha Guevara, Marilú Marini y Alfredo Arias -recién llegados de París, donde residen-, el plástico Edgardo Giménez, la bailarina Iris Scacheri y el director de treatro Roberto Villanueva. Enrique Oteiza, director del Di Tella por aquellos tiempos y figura clave de la movida, no pudo ser de la partida por estar fuera de la ciudad.
-¿Existe alguna remota posibilidad de que alguno de ustedes pueda explicar en una o dos oraciones qué fue el Di Tella: un escándalo deliberado ante los sectores pacatos, unos cuantos eventos que desafiaban la ortodoxia, una ruptura con el arte tradicional*.
Arias: -El Di Tella permitió canalizar una fuerza creativa que estaba en funcionamiento en ese momento. Fue una institución excepcional en el mundo mismo. Para mí fue una escuela de vida y de arte. Me permitió echar bases y me dio una perspectiva para lo que hice después.
Marini: -El Instituto fue el lugar que nos dio la posibilidad de tomarnos en serio: teníamos ideas que podían parecer disparatadas. Hoy, con el Di Telia hay un gran mito, porque fue en realidad un evento muy importante en la historia cultural del país. Era una gran casa donde uno podía instalarse y encontrarse con una familia artística.
Nacha: -Para mí, el Di Tella fue alegría y libertad.
– ¿Cuál fue la fiesta que promovió el Di Tella?
Guido Di Telia: Fue una sensación de gran libertad y de gran respeto por el prójimo. Había un respeto por la visión plural de la sociedad.
Minujín: -Concretamente, yo hacía los happenings y los sigo haciendo. Esa era la fiesta. Creo que, de todos los que están acá, soy la única que con los años mantiene el espíritu del Di Tella. Los que lo inventamos fuimos pocos y después un montón se quiso acoplar y quedarse con el rédito. Yo soy fundadora de verdad, de pura cepa. ¿Querés que te dé las instrucciones para un happe-ning?. En una fiesta vas separando a las personas en grupo y le vas dando a cada grupo consignas; durante cinco minutos esas personas tienen que cumplir esas consignas. El happening es algo efímero. El Di Tella también fue efímero si lo vemos en la perspectiva histórica: duró unos pocos años.
-¿Por qué hoy no hay otro Di Tella?
Torcuato: -Primero, no hay condiciones económicas para que eso pase. Existe un espíritu de libertad que lo hace posible, pero la gente no está con la idea de consumir cultura. Tiene otras prioridades.
Villanueva: -No sé por qué no hay otro Di Tella. El momento en el que estuvo fue muy especial. En todo el mundo había un auge por las nuevas formas. Creo que haría falta otro Di Tella, ¿no?
Marini: -No hay otro porque ahora la gente tiene necesidades más individualistas. En este país, además, no existe un espacio que pueda ser subvencionado por una entidad, empresa o familia. También hay urgencias más fuertes que hacen aparecer lo cultural como accesorio.
Minujín: -No hay otro Di Tella porque no hay quien lo banque. Así de simple.
Giménez: -No existen las condiciones económicas, es cierto. Tampoco existe la generosidad de quien pueda encarar un emprendimiento de semejantes dimensiones.
-¿Cuál es la versión de cada uno de ustedes del fin del Instituto: se acabó la plata y la inspiración, o fue la censura?
Nacha: -Terminó porque terminó un período de sueños y el resultado de terminar con los sueños… lo estamos viviendo ahora. El fin del Di Telia fue el fin de un sueño. Ahora hay que armar otro.
Minujín: -El Di Tella se terminó cuando se terminó la guita. ¿O no?
Torcuato: -Sí, su fin fue una cuestión estrictamente económica. A fines de los ’60, las cosas no empezaron a ir bien en la empresa y tuvimos que cerrar…
Iris: -Bueno. Todo tiene un comienzo, un desarrollo y un fin. Lo que pasa es que con el fin del Di Tella, todavía no parece abrirse un espacio ni remotamente parecido.
-Esto es para los hermanos Di Tella, ¿volverían a hacer una donación así?
Torcuato: -No estoy arrepentido de lo que hice. De todos modos, lo pensaría. Creo que esa donación que hicimos tuvo que ver con que éramos muy jóvenes. Pero insisto, no estoy arrepentido de nada.
Guido: -Seguro. Me entusiasmó mucho la idea y volvería a repetirla.