TORCUATO DI TELLA «LA HISTORIA NO TERMINO»

La pregunta inevitable es: ¿Por qué el comunismo concedió la libertad a los alemanes orientales sin disparar un solo tiro? Aquí, la respuesta.

La caída del muro es una anécdota; lo raro, lo increíble, es que haya caído el comunismo, en toda Europa Oriental, y luego en la mismísima Unión Soviética, sin disparar un tiro. Y no es que los gobiernos de esos países fueran muy puntillosos en eso de no lastimar a la gente. Como dice un disidente húngaro, Elemer Han-kiss, en un importante artículo: «¿Por qué no tiraron?». Creo que no tiraron porque tenían miedo de terminar como el dictador rumano Ceaucescu, que fue volteado por un golpe militar, e inmediatamente fusilado sin juicio, junto con su esposa. En tiempos anteriores habían disparado, y con ganas, en el mismo Berlín, en 1953; en Polonia varias veces; en Hungría en 1956, y en Checoslovaquia, en 1968. O llamaron a los tanques rusos, que ellos sí se encargaron de disparar.

La diferencia es que esta vez, en 1989, la Unión Soviética estaba muy debilitada por la ineficiencia de su sistema productivo, que había servido para salir del subdesarrollo extremo, pero que ya no andaba para una economía más compleja. Además, el gigante ruso
estaba exhausto por la competencia militar con los Estados Unidos. Y la disidencia interna era cada vez más corrosiva sobre los mismos grupos dirigentes y la élite técnica y profesional.

Fue así como, cuando estalló una nueva ola de protestas, empezando por el sindicato Solidaridad en Polonia, en 1981, la represión no fue muy efectiva. Se hacía cada vez más evidente que no se podía confiar en una intervención del hermano mayor soviético. Peor aún, ni siquiera las fuerzas armadas nacionales eran confiables. Sabiendo que la URSS no iba a intervenir, los opositores internos, unidos quizás a algunos militares, y con eventual apoyo externo de los Estados Unidos o de Europa Occidental, podrían intentar golpes de Estado. O sea, como en América latina, o en muchas partes de África y Asia. De hecho, es lo que ocurrió en Rumania.

Por otra parte, los dirigentes, y toda la más alta burocracia de Estado (la llamada nomenklatura), estaban en perfectas condiciones para dar el salto y transformarse en burgueses prósperos, por medios legales o no. Y eso es lo que ocurrió. Para los sectores más privilegiados todo cambió para que nada cambiara, o mejor dicho, para que mejorara (para ellos). Para el resto de la población fue un trauma, que todavía dura en algunos países, mientras que en otros se ha ido resolviendo, pero con muchos perdedores, aparte de los pocos ganadores.

En el aspecto político, claro está, todos son ganadores; pero la gente a la que le va mal en lo económico empieza a extrañar aspectos del viejo régimen, y les da sus votos a los partidos comunistas rebautizados como socialdemócratas, en general realmente convertidos a esa concepción política.

En cuanto a la Unión Soviética misma, era necesario modernizar el sistema productivo, y eso exigía algo más de libertades públicas. Pero cuando se empieza con eso no se sabe dónde se termina. Quizás hubiera sido mejor una apertura más gradual, como la que se está haciendo -gradualísimamente- en China. De todos modos, Gorbachov, autor de la liberación, que luego se transformó en democratización, no tuvo éxito en controlar la transición.

Por otra parte, la caída del Muro no implicó el fracaso del socialismo, cuya vigencia era tan real como la del cristianismo en tiempos de Torquemada. Más bien el socialismo se liberó de una pesada carga, pues su imagen estaba inevitablemente empañada por lo que pasaba en la Unión Soviética, por más que muchos, desde sus filas, lo condenaran. Qué futuro le espera a ese proyecto ideológico es algo imposible de pronosticar, pero la desaparición del stanilismo o la desnaturalización total del régimen chino le abren más puertas de las que se le cierran. O sea, que la Historia no se terminó, a pesar de lo que opinan teóricos apresurados como Francis Fukuyama.
* Sociólogo. Profesor de la Universidad de Buenos Aires. Autor de Los partidos políticos, entre otras obras.